Un hombre se mira en el espejo y se reconoce a sí mismo. Si observara con detenimiento, ¿cuántos rostros, a su vez, lo verían? Si buscara en la imagen, descubriría que su historia no nació con él, que inicia mucho antes de su llegada a este mundo, quizás en un continente lejano. Y encontraría las memorias de lo no vivido entretejidas en su piel, recorriendo su sangre, en el color de los ojos, en la textura del cabello. Sabría qué tanto lleva en sus pasos de los caminos andados por sus ancestros. Y se recordaría en ese sol lejano que nunca habría de mirar y, sin embargo, reconoce.
Para el mundo, Aminetú Hamandi nunca existió, ni el barco que, en la segunda mitad del siglo diecinueve, la trajo en calidad de esclava al puerto de Veracruz. Una mujer es arrancada del África noroccidental, reducida a objeto que se vende. Es su humanidad casi apagada, la que le permitirá albergar, nutrir y engendrar la libertad.
Espejos que se aclaran es un relato introspectivo y entrañable, que resulta en una reflexión acerca de la esencia del autor, Carlos Acosta (Antiguo Morelos 1954), y que da lugar a su primera novela.
Calle Guerrero entre Emiliano P. Nafarrete
y Gaspar de la Garza N° 421, Zona Centro
Ciudad Victoria, Tamaulipas, México, C.P. 87000
(834) 315 2977
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